Varias personas me comentan que sus asesores no los apoyan. Entiéndase por esto que debido a sus obligaciones, estos asesores oficiales no pueden agendar citas constantemente para revisar todos los detalles de cada uno de sus alumnos. Y esto, aunque se entiende, hace una merma en los estudiantes quienes sienten (sentimos) que no somos bien supervisados.
Pero ya les comenté anteriormente que existen casos en los que nuestras fallas como estudiantes no deberían ser abordadas dentro del centro de investigación. Son cosas que deberíamos adquirir antes (o fuera de ahí). Recuerdo, por ejemplo, un caso en el que una de nuestras estudiantes buscaba escribir lo más claro y conciso posible. Parecía que era muy fácil porque sus ideas eran muy interesantes cuando las hablaba pero en el momento de escribir… la magia se desvanecía ante tus ojos al tratar de descifrar su objetivo.
Me dediqué, en ese sentido, a trabajar varios métodos con esta muchacha para desarrollar un sentido de la claridad escrita. Nótese que no necesariamente estamos aspirando a escribir prodigiosamente, más bien es comunicar de forma escrita competentemente.
Uno de los ejercicios que implementamos fue el de grabar su voz cuando explicaba sus ideas. Posteriormente tendría que redactar el documento escuchando sus propias palabras. Esto funcionó lo suficientemente bien como para que sus asesor oficial quedara sorprendido y terminara escribiendo su tesis en un tiempo record.
Con esto en mente, me dirijo a los alumnos universitarios y les digo: su asesor sí los apoyará pero no pueden imaginarse que pase varias tardes exclusivamente con ustedes implementando ideas para hacer que escriban mejor. Simplemente no es su función. Nosotros, cuando estemos bajo la tutela de cierto investigador, deberemos cubrir las necesidades o deficiencias que nos afecta de modo que el trabajo sea más eficiente.
